Calvinismo Monetario parte I: "El origen del dinero"
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Calvinismo Monetario parte I: "El origen del dinero"

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Esta es la primera parte de una serie de 4 artículos que revisarán la historia del dinero, su importancia en las sociedades y una demostración del por qué el actual sistema financiero está colapsando. Además, nos explica por qué es tan necesaria la digitalización del dinero y por qué Bitcoin es la tecnología para lograr este objetivo. Fue escrito por Daniel Villablanca, co-fundador de Solar Chile y Ex Country Manager de Microsoft Chile, además de ser un estudioso y difusor de la economía digital.

“Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, de continuo anda amarillo. Que pues doblón o sencillo, hace todo cuanto quiero, Poderoso Caballero es don Dinero.” — Francisco de Quevedo
“El patrón oro tiene una tremenda virtud: la cantidad de dinero en circulación, bajo el patrón oro, es independiente de las políticas de los gobiernos y partidos políticos. Esta es su ventaja. Es una forma de protección contra gobiernos despilfarradores.“ — Ludwig von Mises

Origen del Dinero

Quizás si uno de los conceptos más difíciles de asimilar, a pesar de su extensivo e intensivo uso diario, es el dinero . Es una establecida creencia que en los orígenes del dinero, el trueque jugó un papel fundamental. Y sin embargo los antropólogos han encontrado escasa evidencia que el comercio e intercambio haya sido basado en el trueque. Es comprensible que todo esto se nos manifieste como poco intuitivo, y esto es así porque nos han enseñado que a medida que el trueque se hizo más complejo, tuvimos que recurrir a la invención del dinero. Lo anterior no significa que no haya existido el comercio antes de la invención del dinero. Los detalles acerca de los bienes que nuestros antepasados intercambiaban debían ser registrados mentalmente, y esto se tornaba particularmente difícil cuando una misma persona o grupo era tanto deudor como acreedor de diferentes bienes en el tiempo. Este subjetivo y volátil sistema con certeza se tornó inseguro y poco confiable. Aparece en escena el dinero.

Y es que detrás del dinero inexorablemente ha existido un sistema contable. Eso es todo. Probablemente hace unos 25 mil años, alguien muy adelantado a su era, ideó una tecnología que revolucionó a su aldea y luego al mundo hasta nuestros días. En algún momento esta mente ingeniosa le dijo a alguien de su aldea cuando le trajeron un poco de leña, he aquí una piedra por la leña que me traes, e inicialmente es probable que la respuesta haya sido, no me interesa esa piedra o esa concha marina que me das a cambio, no tiene valor alguno para mí. Y paulatinamente la idea de ir representando el intercambio con estas unidades de cuenta se fue transformando en el sistema contable esta vez “objetivo_”,_ de la aldea, en que el alambicado cruce de yo te debo leña y tú me debes trigo y ellos nos deben arcos y flechas, repentinamente no es más que el sofisticado registro de nuestro comercio, e incluso podemos prometernos la entrega de estos bienes y servicios más adelante, siempre que mantengamos las cuentas al día, claro. Y así, en sucesión, vamos echando mano a diferentes formas primitivas de dinero que son más prácticas, unas conchas marinas en unas tribus cerca del mar, o la sal que está más allá. Todas estas manifestaciones de dinero comparten ciertas cualidades, a saber, escasez, durabilidad, divisibilidad, fungibilidad y transferibilidad.

Hace unos 5 mil años, cuando el comercio internacional comenzó a acelerarse significativamente, el oro emergió como el primer sistema contable universal por concentrar dichas cualidades por excelencia. Por ello continúa siendo un refugio de valor hasta nuestros días.

La mayoría de la gente piensa, erróneamente, que el dinero tiene un respaldo, que hay algo o alguien detrás, que le otorga un valor intrínseco, y por ello podemos confiar en su valor basados en su mera tenencia. Y en las clases de historia, este error se continúa perpetuando. Ni hablar de la total ausencia de una enseñanza formal acerca del comercio, los sistemas monetarios, las monedas, el dinero y en general cualquier clave acerca de cómo funcionan los bancos centrales y comerciales, o cómo es creado el dinero. Los estudiantes se llevarían de pronto una gran sorpresa al ver que detrás del dinero moderno no existe ningún tipo de respaldo, que es básicamente creado de la nada.

El Dinero como consenso social

Ninguna forma de dinero tiene valor intrínseco, salvo por aquellas cualidades descritas anteriormente. Su valor proviene del consenso que como sociedad le hemos ido asignando a su utilidad como dinero. Dicho premio no se obtiene trivialmente, a juzgar por el camino que éste debe recorrer para alcanzar tan relevante estatus, pues está lleno de obstáculos y competidores. Tres son las vallas que un candidato a dinero debe sortear. Primero debe ser capaz de almacenar valor, luego servir como medio de intercambio y finalmente, establecerse como unidad de cuenta. Ciertamente existen hoy múltiples monedas o dinero fiduciario emitidos por los bancos centrales de países alrededor del mundo, todas formas de dinero que cumplen probablemente con las cualidades segunda y tercera, si no sólo porque son forzadas por sus respectivos gobiernos. Escasas sin embargo, son aquellas monedas que cumplen con la principal característica del dinero, y es la capacidad de almacenar y preservar valor y riqueza a través del tiempo. Baste observar que la vida media de las monedas mundiales es menor a 50 años, para recordar que las reiteradas maniobras del poder y la clase política conducen inexorablemente a exceso de deuda, gasto y crisis financieras recurrentes con sus nefastos efectos inflacionarios, con la consiguiente depreciación de sus monedas. Todo lo anterior sin mencionar el efecto nocivo que estos fenómenos gatillan en aquellos que no poseen los activos necesarios para refugiarse. Salvo honrosas menciones, es el oro quien con prestancia ha mantenido su valor a lo largo de milenios. Ya lo sabían nuestros ancestros.

Enemigo a las puertas

Si uno analiza la agonía y el éxtasis de los sucesivos imperios desde digamos, los Romanos, hay una buena correlación entre su decadencia y la respectiva devaluación de su moneda. Es fácil concluir que la agonía provino de la amenaza que representaban los bárbaros o el invasor de turno. Siendo éstas causas aparentes y últimas, los gatillantes primeros han sido históricamente desafíos económicos derivados del gasto excesivo necesario para sostener la creciente expansión de los límites geográficos y poblacionales del imperio. En casi todos los casos en la antigüedad, la respuesta fue disminuir dramáticamente la proporción de metal precioso de la moneda circulante, oro o plata, devaluando su valor, aumentando el número de monedas en circulación, y generando de paso procesos inflacionarios que a la larga provocaron el colapso. Los imperios bajaron así literalmente las barreras de entrada a los invasores, al ser incapaces de proteger sus fronteras.

Respaldados por la inmensa riqueza generada por los imperios británico, español y francés de los últimos siglos, el mundo vio florecer una serie de monedas que en algún grado obtuvieron estatus de reserva de valor mundial, incrementando el comercio. Históricamente, y hasta inicios de los años 70s, el mundo vivió una “relativa” estabilidad en los mercados financieros, fundamentalmente porque estuvimos refugiados bajo el protectorado del patrón oro, ya sea en su forma pura cuando las monedas en circulación contuvieron algún grado de este metal precioso, o en su versión más leve toda vez que la emisión de dinero fiduciario era el resultado de la impresión de billetes respaldados por las reservas de oro en las bóvedas de los bancos centrales del mundo. Dinero sólido, o moneda dura.

La Teoría Monetaria actual está fallando

Hay un creciente número de indicadores que muestran que hemos arribado finalmente a una suerte de apocalipsis monetario, en que imprimimos dinero ad infinitum en un pozo sin fondo, generando con ello no sólo distorsiones fiscales, sino irremediablemente crisis financieras cada 5–10 años. Entre muchos de los dañinos efectos de la emisión infinita de deuda, destaca el efecto Cantillon (término acuñado hace más de dos siglos en Inglaterra), en que los que están cerca del grifo monetario se benefician con acceso a crédito abundante y a bajo costo versus aquellos que están más lejanos y que reciben en comparación una leve neblina, además de los efectos nocivos de dicha emisión excesiva de masa monetaria, a saber, hiperinflación o inflación desmedida (que no es otra cosa que tributos sin una debida representación), desempleo y confiscación.

El Liberalismo y su corcel, el capitalismo, en su versión más reciente y galopante estaría mejor servido si avanzamos hacia una creciente separación estado-dinero, utilizando para ello nuevas formas de monedas más duras, menos susceptible a los vaivenes del poder centralizado y la política. A ratos pareciera que el flanco débil del capitalismo comenzara a abrirse por la misma herida que exuda este exceso de endeudamiento a todas luces incontenible, en un círculo vicioso de crisis-estímulo-crisis. Un abusivo intervencionismo monetario en la economía pareciera estar al centro de estos ciclos o, continuando con la metáfora, el jinete pareciera querer intervenir con sus jaloneos en demasía el libre desplazamiento y rumbo natural del corcel.

El enfoque monetario que pudo ser

Es casi intuitivo preguntarse que si estamos viviendo en la así llamada transmodernidad, época posterior a la modernidad caracterizada por el advenimiento de la globalización, ¿particularmente de dónde provienen los fundamentos, de qué frutos, cuáles ideas, innovaciones e introspecciones de la modernidad que la antecede somos beneficiarios en el actual estado de las cosas?. Y si bien la modernidad tiene sus orígenes en el Renacimiento, en que el hombre comienza a anteponer la lógica-razón a la tradición-religión, está plagada de otros elementos como la Conquista de América, el Renacimiento, la Revolución Científica, la Sociedad Industrial, el nacimiento de la burguesía, ni hablar de las anteriormente mencionadas revoluciones sociales y tecnológicas. Son 500 años de particularidades, muchas agujas en por lo demás un gran pajar. Entra en escena la gloriosa Viena o Vondobona como la llamaban los romanos, o “ciudad blanca”, en celta.

El pináculo del modernismo parece a todas luces haberse manifestado en la capital del Imperio Austro Húngaro de finales del siglo xix y principios del siglo xx y nace como una respuesta al exceso de foco que pone la Ilustración en el racionalismo, unido a cierto nivel de frustración por el exceso de expectativas que trajo la Revolución Industrial, e inspirada por la publicación del libro El Origen de las Especies, de Charles Darwin. Así como la astronomía y la física inspiran la Ilustración, la biología inspira el Modernismo.

En tan sólo 40 años (1880–1920), en una concentración de energía focalizada en un punto geográfico pocas veces igualada (así como Florencia en el renacimiento, Viena en el modernismo), es común ver en los salones vieneses compartiendo a escritores, médicos, psiquiatras, pintores, economistas y psicólogos de múltiples regiones del imperio y más allá, judíos, cristianos, musulmanes, ateos, mujeres y hombres en un intercambio constante de ideas que condujeron a avances en literatura, arte, filosofía, medicina, neurociencia, psicología y economía. Allí en los salones privados, más allá en los cafés, y en las aulas de su prestigiosa universidad, el Círculo de Viena y sus filósofos Freud, Jung y Wittgenstein, los pintores Klimt, Schiele y Kokoshka fundadores de la Escuela de Secesión, el músico Gustav Mahler está preparando la transición desde la primera a la segunda Escuela Musical de Viena, desde Haydn, Mozart, Beethoven y Schuberth, a una nueva generación de compositores tales como Arnold Schönberg, Alban Berg y Anton Webern. Lo mismo en arquitectura, fundando las bases para la Bauhaus alemana de 1920. Y finalmente, los economistas Carl Menger, Ludwig Von Mises y Eugen Böhm Bawerk, fundadores de la Escuela Austríaca de Economía, pródiga en discípulos como Friedrich Hayek (Premio Nobel Economía 1974), Murray Rothbard y Joseph Schumpeter, por nombrar a sólo algunos.

Uno de los principios de la escuela austríaca plantea que los ciclos económicos de auge y depresión son originados por una expansión artificial de deuda y crédito, que no está respaldada de alguna manera por ahorro, que es lo que ocurre cuando los bancos centrales bajan las tasas de interés o imprimen moneda, fenómeno que ya hemos ejemplificado anteriormente. Al bajar el costo del crédito, surgen proyectos e inversiones que de otra manera no habrían sido acometidos, pues a tasas más altas o al menos normales, no hubiesen sido factibles o rentables. Dinero fácil.

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